y siete

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Mi abuelo se murió porque no soportaba andar de hospital en hospital sin hallar solución alguna. Se murió buscando la vitalidad que había perdido con la invasión. Se murió, supongo, porque le corroía por dentro no poder llevar a sus nietos a comprar gominolas y helados a la taberna de la aldea, como hizo conmigo y con María y con Xosé y con Judas, Satanás y Lucifer. Se murió porque los pájaros grandes y negros que visten como los curas se comían sus cerezas y él no podía hacer nada por evitarlo. Se murió porque se lo pidió la vida. Se murió porque ya no era capaz de traerme surtido cuétara cada vez que pasaba por casa. Se murió porque fue un hombre criado entre mujeres y amaba a mi abuela como nadie ha sabido amar nunca. Se murió porque ya no había monedas de quinientas pesetas para que fuésemos al cine. Se murió porque ya no olía a virutas de castaño y varón dandy. Se murió porque le envolvió la madera a la que había acariciado con tesón y confianza durante casi medio siglo más un cuarto. Se murió porque no había cuchillas en la Mouteira. Se murió porque los hijos del mayor ya habíamos heredado sus labios. Se murió porque supuso que todo el mundo tiene que morirse y él eligió hacerlo cuando aún se podía reír. Se murió hace ya mucho tiempo pero realmente no hace ni una vida. Se murió por los pulmones porque no le dejaron morirse por exceso de bondad.


*del 17/05/08

1 comentarios:

Marta Simonet dijo...

Y ahora,imagino,debe estar pasándoselo en grande jugando con mi abuela,sentado en alguna nube con los pies colgando.Mi abuela,que supongo que murió porque ya heredé sus ojos.


Besos,i miss you.