once

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Fue justo en el momento en el que el primer mechón del pelo cayó al suelo que tuve un infinito miedo a todo. Y es que casi pude oírlo chocar contra el mamóreo suelo blanco, resonar en la inmensidad de la sala, vibrar con los sentidos puestos en la serenidad de tus glóbulos rojos sobre mi tímpano ahora ensordecido. Sin más comprendí que estaba empezando a conocer lo desconocido y que realmente me asustaba la frustración que eso causa en mis lagunas. La hiedra que entre nuestras ventanas crece ya no es hiedra sino deseo de serlo. Porque, ¿quién mejor que nadie sabe lo que nada para mí representa?
Ninguna de las personas allí presentes tuvieron constancia de aquel momento en el que algo de mí se perdía, igualmente que el veintiocho de marzo años ha significó demasiado para aquella miniatura de persona que actualmente mi ego representa. Decidí vivir.
Hace hoy algunos años y al mismo tiempo muy pocos días del momento en el que el primer mechón de pelo cayó al suelo blanco, pálido de tanto abrazar mentiras. ¿Qué puedo hacer yo? Si tan sólo sé que mis huesos quieren disfrutar sinceros de lo que alguien no quiere darles.
Si esto tan sólo fuese una sucesión azarosa de palabras, seguro que la primera sería madrugada.
Ahora, bésame.

diez

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Se había cansado del vaivén de sus caderas entre sus piernas abiertas y fue precisamente ese el motivo de las maletas esperando junto al botón naranja del ascensor. No soportaba ni un minuto más su aliento (ahora pútrido) jadeando baboso sobre sus pezones, su voz tarareando a Ray Charles cuando el huevo caía sobre el aceite hirviendo, la desdicha de sus traumas infantiles no superados. Por eso se fue y no volvió jamás. Si aquel hombre hubiese eyaculado una vez más sobre su vientre dorado se hubiese vuelto loca hasta llegar a destrozarse su propia lengua a mordiscos. Estaba demasiado molesta por culpa de los ojos negros que jamás le habían mentido, por aquella barba de dos días que antes la hacía pensar en un viejo cantante de grupo de rock.
Le hubiera gustado echar la culpa a alguien. Pero frente a la cama tan sólo quedaban las cosas que ya ninguno quería. Lloró lágrimas falsas para fingir las barreras infranqueables del cariño y quitó de sus alas de mariposa las fuerzas necesarias para levantar los quince pares de zapatos de tacón que se llevaba. 
Se encontró en el portal con una vecina que le preguntó si se iba de viaje. Contestó que iba en busca de un cielo más azul. Se despidieron con una sonrisa sincera y ya nunca volvió a ser la misma.

nueve

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*Bien que mon amour soit fou,
ma raison calme les trop vives douleurs
de mon coeur en lui disant de patienter
et d'espérer toujours...





*A la folie... pas du tout