once

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Fue justo en el momento en el que el primer mechón del pelo cayó al suelo que tuve un infinito miedo a todo. Y es que casi pude oírlo chocar contra el mamóreo suelo blanco, resonar en la inmensidad de la sala, vibrar con los sentidos puestos en la serenidad de tus glóbulos rojos sobre mi tímpano ahora ensordecido. Sin más comprendí que estaba empezando a conocer lo desconocido y que realmente me asustaba la frustración que eso causa en mis lagunas. La hiedra que entre nuestras ventanas crece ya no es hiedra sino deseo de serlo. Porque, ¿quién mejor que nadie sabe lo que nada para mí representa?
Ninguna de las personas allí presentes tuvieron constancia de aquel momento en el que algo de mí se perdía, igualmente que el veintiocho de marzo años ha significó demasiado para aquella miniatura de persona que actualmente mi ego representa. Decidí vivir.
Hace hoy algunos años y al mismo tiempo muy pocos días del momento en el que el primer mechón de pelo cayó al suelo blanco, pálido de tanto abrazar mentiras. ¿Qué puedo hacer yo? Si tan sólo sé que mis huesos quieren disfrutar sinceros de lo que alguien no quiere darles.
Si esto tan sólo fuese una sucesión azarosa de palabras, seguro que la primera sería madrugada.
Ahora, bésame.

1 comentarios:

Marta Simonet dijo...

¡qué emocióoooon!Te desvirgo los comentarios,y descubro tu blog.Perraca!
MUA!