quince



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Escuché a una gallina cacarear y realmente no era ni un ave de corral ni un ratón mordisqueando un corcho, sino mi corazón acelerado desde aquella cama que constituía un simple simbolismo de la terraza en el noveno piso de un edificio cualquiera. Decidí destaparme la nariz porque siempre me han parecido patéticos los que se preparan psicológicamente para saltar a la piscina. Hazlo sin más, me dijo él, tal y como te lo dicten tus tímpanos. Y fue pues que hice plof contra el asfalto chorreante de culpabilidad.
Con los restos, con mis restos, pinté un cuadro.
De mis ojos hice unos nuevos ojos, dispuestos a ver más allá de las vanalidades de mi bandeja de comedor hasta los topes de gusanos. De mis manos, unas relucientes manos impresionistas, preparadas para sentir el tacto del más delicado trozo de lija del número seis. De mi boca, una boca incesante y curiosa que mordisqueaba asquerosa mis uñas (creadas cómo no a partir de mis viejas uñas). 
De este modo y no sin una preparación psicológica previa obtuve la representación de un nuevo yo en forma de puesta de sol en el monte de los olivos, aunque nunca me han gustado demasiado ni los paisajes ni los saludos convencionales. Sobre la tercera hoja del cuarto árbol pinté un mosquito herido de amor, que no era más que la representación fálica de una danza de la lluvia ácida. Escondidas tras las ramas, una sarta de imbecilidades absurdas y tres flores que más bien parecían champiñones. Cosas de la humedad.
De mi piel hice una nueva piel tersa y luminosa, como la de un niño que ve por primera vez la luz del sol y justo en ese momento decide que su destino es el más cruel suicidio. De mis pies, unos pies que al fin podían correr el kilometraje que el mundo ofrece. De mis rodillas unas nuevas rodillas que dieron soporte y luminosidad a la obra, como un marco grisáceo de madera apolillada. No recuerdo lo que hice con mi ausencia de pelo. Lo que sí está claro es que con mi piel hice un perfecto sistema de ventilación inspirado en las obras de Friedrich Wilhem Nietzsche.




(el arte lo pone Cirenaica Moreira)

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